En América
Latina
Surge
el envolvente plasma
De
un pueblo que en si se ensalma
Y en
la integración atina
Si
poco de algo tenemos,
tal
vez hay mucho por hacer,
y de un comienzo tenemos
camino
firme al renacer.
eudes navas camacho
eudes navas camacho
El tiempo campea y humecta la verdad que procuramos; esa verdad
dignificada está en la historia que hacemos día a día, aglutinante y compleja,
humana y políticamente aceptable que llamamos historia insurgente y la
integración se hace insurgente ahora, en estos primeros decenios del siglo XXI
y es en estos tiempos que debemos asumir la discusión y comprensión de nuestros
procesos sociohistóricos regionales y sus tareas pendientes o por concluir su
auténtica definición.
Se origina en algún lugar cósmico la pregunta “generadora” para atender
la tarea integración: ¿Qué lugar ha ocupado la independencia y la integración
latinoamericana y caribeña en la historia insurgente? La respuesta en lo
personal no puede ser otra que: Ha
ocupado un tercer plano, aunque está en la lista de primeras prioridades.
Esa es mi respuesta. Pero, ¿un lugar terciario entre los primeros?
¿Cómo así? Tal vez es más optimista que politiquera, pero honesta y casi
verdadera a la luz de la lógica de la realidad empírica. Tal vez retórica o muy
punzante la respuesta, según la perspectiva del observador interesado. No puede
un sociólogo hacerse el inocente o mercader de verdades para el aplauso o la
comparsa. Esta respuesta es un alarde de control de principio de realidad. ¿La
razón? La historia insurgente ha comenzado por el principio.
El principio de la historia insurgente es el atender inmediata,
pertinente y contenciosamente la propia realidad; la de cada país
individualmente en perfecta procura de florecer en la conciencia del ciudadano-habitante
de cada uno de sus países. La historia insurgente es que cada uno de esos
ciudadanos sean patriotas, se hagan protagonistas, se logren autores soberanos
y socialmente solventes, lo que los hará registrables en la historia
definitivamente.
En la insurgencia debemos preguntarnos y lo hago explícitamente: ¿Por
qué integrarnos? ¿Por qué no organizarnos? ¡Fácil! -sería la respuesta otra vez
personal; pero siendo lógicos, debemos integrarnos porque se trata de Naciones,
los Estados son los que se organizan. Y ¿cuál es la diferencia, o qué es lo que
debemos aprender? Ahora comienza lo nutritivo y para ello originemos respuestas
desde la política y no desde la retórica.
Una Nación no es un Estado. Una Nación comprende, un Estado limita. Una
Nación significa, un Estado perfila; una Nación tiene nacionales y Estado ¿tiene
qué? Se va configurando la ruta cerebral digna de un intelecto necesitado de
gustos y no de olores. La diferencia más que jurídica es sociológica y en
consecuencia histórica.
La Nación existe en los tiempos y puede hasta cambiar de apelativo, el
Estado solo tiene un apelativo Estado y su sentencia es un rigor que puede ir
distinto a la Nación o hasta enajenado de su Nación de referencia, léase
Estados Unidos y véase que se defiende como estado: la separación, y gusta “el
separar” como política de estado. Anécdota no, rigor científico.
No es de gratis que exista la OEA y su lugar de confort; Organización
de estados americanos. Tampoco es regalado que exista UNASUR, Unión de Naciones
Suramericanas. ¿Cuál es la diferencia substancial? Porqué unas voluntades
procuran sus orígenes, es decir qué voluntades originan OEA y cuáles logran
UNASUR?
En el mejor propósito vayamos ahora poniendo en claro las categorías
útiles para este ensayo. Entonces debemos precisar las categorías: independencia, integración, Latinoamérica,
El Caribe, El Sur. Son categorías políticas, culturales; no son sólo puntos
cardinales o referencias cartográficas, esto en lo esencial. Y en lo
substancial son categorías con la carga máxima de economía política. Ya vamos siendo
más riguroso con la producción de intelecto sociopolítico [uno de los objetivos
estratégicos de la integración que queremos descifrar en este ensayo], estas
categorías entonces deben ser revisadas siempre en su dimensión esencial y
substancial.
Debemos reconocer también que esas categorías fundamentales deben
revisarse entramadas en la historia caótica de dominación - subyugación
tradicional, pero también en la historia reciente que promueve la observación
de los puntos ciegos, de las otras autoreferrencias y heterorreferencias, para
un análisis y conclusiones más audaces, cónsonas con el cerebro humano
contemporáneo para lograr la justicia histórica hasta hoy adeudada.
La inclusión, el reconocimiento,
la visibilización, la estimación y la
relación fraternal, son variables de la justicia histórica que van
abrazadas con los gobiernos emergentes de corte social y de una alta
reivindicación humana que comenzamos a ver en este siglo XXI.
En este desarrollo podemos observar la agregación de temas como:
descendencia afro e indígena, energía para desarrollar pueblos, comunicaciones
y vinculaciones regionales, no violencia, autodeterminación, respeto mutuo, reconocimiento
de géneros y diversidad, defensa del acervo histórico identificativo de La
Patria (en cada país y entre todos los países de la región). Aquí en categorías
ya se asoma la insurgencia de la realidad
y los tiempos, necesidades vitamínicas
del cerebro humano contemporáneo.
“Porque desde hace mucho tiempo los
imperialistas en este continente se arrogaron el derecho de decidir qué tipo de
filosofía política podían tener nuestros pueblos, qué tipo de sistema social,
qué tipo de gobierno” (Fidel Castro, noviembre 17 de 1971. Discurso en la
Concentración en el Estadio Regional de Concepción, Chile. Tomado del Libro
Cuba Chile 2009, La Habana. Editorial Política. pág 254)
Los elementos mencionados, vienen a reconfigurar las autorreferencias y
las heterorreferencias y con ello evidenciar la crisis constructiva que se genera
cuando lo viejo y lo nuevo se enfrentan; esta crisis hace visible la nueva
historia permitiendo avanzar en el tipo de gobierno y sistema social que se ajuste
a nuestras dimensiones y nos inmunice contra el imperialismo y sus pandemias.
¿Quiénes somos? ¿Qué hacemos? ¿Qué debilidades tenemos? ¿De qué nos
podemos enorgullecer? ¿Qué exportamos? ¿Qué importamos? ¿Qué no vemos? ¿Qué nos
impresiona? ¿Quién nos llama? ¿A quién atendemos? ¿Qué tiempo nos emociona? ¿El
propio tiempo u otro más ajeno? Preguntas para seguir generando atalayas de
observación, análisis y comprensiones que nos llevarán a más desarrollo, más
contemporaneidad y más sentido de realidad auténtica y humanamente razonable.
Ya se ven crisis en otras integraciones que no asumieron las categorías que los
pueblos de la América han vendido enarbolando en este siglo XXI gracias a
resistir en los siglos pasados.------Eudes
Navas Camacho; junio 2016 eudesnavas@gmail.com
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