¿Estos serán tiempos sólo de presiones? y de ser así, ¿habrá algún chance para relajar esas presiones dentro de lo poco que hemos aprendido a esperar? ¿Hemos aprendido de virtudes como la paciencia del árbol que crece o sólo necesitamos de estímulos precoces y resultados instantáneos como el game over de los video juegos? Lo que sí parece claro es que estos son momentos de be yourself no matter what they say (Sé tú mismo, no importa lo que digan) o, simplemente lo dejamos en no matter what they say y eliminamos sé tú mismo, porque está develado que ser uno mismo no es tan importante aunque la idea es que lo parezca.
Se tú mismo no existe porque hay un control para evitarlo; y así
cosas tan importantes como seamos muchos, terminan
en no somos nadie, ni como conjunto
siquiera. Es el gran sistema de enajenación el que predetermina lo que hay que
ver y ser, o mejor, lo que se puede tener -según lo que se te ofrece a aspirar.
¿Y esto por qué? Por que somos parte anonimada en la gran masa humana a la que
te hacen pertenecer y, eso de pertenecer, apenas lo vamos conociendo, mientras
tanto, hay que tener y desear sin
demora y sin más explicación.
Lo arriba manifestado es el punto
descriptivo del mundo que tenemos ante sí. No hay nosotros porque el nosotros ya no está prescrito o
recetado. A este no nosotros se apunta la misma ciencia, la que con su método
va hacia particularizar más que a conseguir la presencia armónica de todos; su
problema tampoco prioriza el plano tiempo-espacio que es fantástico y nutritivo
a favor del ser humano y la naturaleza en equilibrio. Por ello tal vez los
logros de la ciencia se han usado más en la guerra que en la medicina, para
destruir más que para ir construyendo, sino no existiría tanto desequilibrio en
el todo y hambre en el mundo.
Pero no es solo el nosotros lo que se trunca en el
diseño del mundo que conocemos. Se deteriora la imagen de nosotros mismos. Las
aspiraciones humanas terminan siendo expresadas en objetos y ademanes a poseer.
Lo rico y lo adecuado son límites que niegan la propia riqueza o la propia
libertad. Se queda todo en ser un
poderoso gracias a ser rico, si es que no se le acaba la riqueza o un virus
acaba con su vida en medio de una pandemia espantosa. La contradicción de esta
vida, donde solo somos masa, se diluye en los dogmas que consumimos a diario y
que de inmediato como inocentes salimos a reproducir en toda nuestra vida
social e individual y como verdugos a exigirles a los demás su cumplimiento.
Es una tarea difícil poder
imaginarnos una respuesta completa y pertinente al misterio qué es un ser humano. De partida, la sociedad actual no
se plantea esa pregunta. Se la plantean los pocos filósofos y algunos jóvenes
ávidos de conocer buscando lograr supervivir a la uniformidad de pensamiento de
estos tiempos. Sabemos también que son cada vez menos estos jóvenes, porque en
esta etapa de la vida humana es donde más se castran las ideas para que, luego
de adulto, se queden en las minucias intelectuales y en aquellas respuestas
incompletas o absurdas que deben dar a los hijos que aun puedan preguntar. Si
leyendo esto parece que aun podemos preguntar, entonces estamos bien; pero si
ya estás en modo aburrido entonces ya
estás infectado con el no conocer
para quedar pidiendo y chillando como es la media universal necesaria para
estar cómodo en este mundo de hoy.
Se ha configurado a medida un
hábito y un dogma intelectualizado; eso sí, la idea de este hábito es que todo
parezca inteligente, donde nada llena o todo está feo y un otro es el culpable. Lo conocido es solo un rebote prèt à porter de cosas que ponen a tu
alcance para que lo repitas y así terminamos amarrados a puros ritmos y
simplezas. Esto lo podemos ver en los gustos y en los productos a consumir. La
proliferación de ofertas musicales donde es el ritmo y el verso fácil, lo soez,
lo vacío y el desprecio al otro, es lo que se impone; es claramente una
manifestación indiscutible de lo que venimos argumentando aquí.
Es fácil concluir que no se
completaría nunca una respuesta sobre qué es un ser humano. Para lograrla
tendríamos necesariamente que elevar nuestra mirada en una perspectiva más
auténtica y distinta. Lo que si tenemos más fácil como conclusión es que el ser
humano, en efecto, es un creador de caos, pero nos toca decir que no por malo
lo de caos, sino por capaz de: hacer cosas duras, blandas, altas, bajas, sosas,
punzantes, aparte de reír y odiar en el mismo compas (lo que muchas veces suena
absurdo y enfermizo, pero no lo es). Es capaz el ser humano, eso es absoluto.
Por capaz es que vemos magníficas realizaciones como algo caótico y es el
contrario; es esa la riqueza que necesita ser observada y convivida para que
podamos ver la armonía que esconde
este caos y que luego, al procesarlo inteligentemente, se descubre la belleza. Entonces la belleza y
conocer están muy cerca, tanto que son la unidad.
En este momento vale decir, que
el ser humano es un creador de caos pero también un admirador y disfruta de
armonías. Esto se concluye al entender al caos como parte material de llegar a
la belleza. Llegar a esta belleza es el sentido superior y será lo que después
va a amarse sin desperdicios. El ser humano es un buscador de lo bello porque
esto no es obvio; lo bello y la belleza hay que descubrirla, hay que vivir
plenamente lo que se tiene y lo que tenemos al alcance y es allí donde, en un
aparente caos está lo bello y se vuelve verdad la belleza y comenzamos a amar
ese entorno. Si amas es porque has encontrado la belleza.
Ahora, ¿Cómo encontrar la
belleza? La belleza necesita el ejercicio del elaborador porque el elaborador,
el que hace, va acumulando experiencia y con esta aumenta su afinación como
observador y organizador de lo que observa. Requiere la belleza de un ser
humano atento, despierto, de sentido libre y redondo, que lo ponga como parte
del proceso y no como separador de partes. Luego ese proceso lo pondrán en
calidad de develador de lo escondido que es desde donde surge la belleza. Se
vuelve así el conocer el máximo revelador de lo bello, eso que todos tenemos
enfrente, pero que solo se aprecia conociendo. La realidad que se conoce no
aburre.
El conocer es el camino de lo
bello. No es el único camino, pero si es el más importante y útil. Y lo mejor
de todo es que solo se puede amar si es bello lo que hay que encontrar. Es
nuestro esfuerzo lo que nos trae a la belleza; más, es nuestra experiencia y la
vida en conjunto lo que nos permite diferenciar lo bello de lo no bello. La
belleza encontrada logra de inmediato la unidad que no es otra cosa que la vida
y esta se aloja en el corazón, donde permanece para gobernar sabiamente y
disfrutar de los frutos de cada esfuerzo honesto que completaría lo virtuoso de
vivir.
¿Dónde está la belleza de lo que
hacemos hoy? ¿Tenemos claro en qué caos andamos? ¿Somos el ser humano que ama o
uno que pide y chilla? Medítelo y contémplese, es decir, haga lo necesario por
una respuesta superior.
Eudes Navas-Camacho
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