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Desde una boina hasta el rubor del espejo roto.

Un ensayo visual y fragmentario que recorre la metáfora del poder en Venezuela a través de imágenes surreales: desde la boina revolucionaria hasta el espejo roto de la memoria. Un ejercicio de crítica cultural que bebe de Walter Benjamin y el surrealismo para interpelar nuestro presente


I. El Peso de la Metáfora 

El portaaviones sigue siendo un elemento en el imaginario social venezolano, ahora más actualizado diría yo. No solo es una máquina de guerra, se comporta como la máxima expresión de la proyección de poder, una fortaleza flotante que anula las distancias geográficas. Su silueta gris es la sobriedad del músculo político.

Hubo un portaaviones que se equiparó a un producto aluvional. Se le colocó entonces una boina, el primer quiebre se manifiesta. Aquella boina, cual emblema de las fuerzas de élite y luego de arrojo revolucionario, fue un sombrero extraño pero gigante sobre una pretendida catedral de acero. Lo que observamos en su momento ya no era un buque de guerra, sino una parodia sublime tras ubicaciones y predios a ostentar. La función primordial de la imagen de aquel portaaviones ya no era de amenaza bélica; no, esa queda opacada, sustituida por el gesto: para algunos la burla, muchos la identidad impuesta, en fin, el capricho icónico distintivo de un comienzo. Así se fundó la distorsión del respeto por una perspectiva de irreverencia imaginal, que es por supuesto, una señal de que el contenedor de poder puede ser ridiculizado con un simple accesorio.


II. La Saturación y el Olvido

La distorsión avanza. Las blondas amarillas parecen ser las señas de esa distorsión que ahora parece ser nuestro por delante. Casi impone el recuerdo fantasmagórico de un antes que ahora sigue siendo ahora como un clásico. Llamémoslo el rubor de Marilyn Monroe... Ese mismo navío llamado portaaviones, se viste de carnaval, de kitsch pop, de sex-appeal rubio y artificial. Esto no es solo un barco; es un icono de consumo en el cuerpo de un instrumento de destrucción. Esta vez mucho mas cerca que de aquel miedo latente de la llegada del lobo. Realmente este pedazo de realidad también forma parte de otro espejo solo que hoy está en la matrix mediática y segura de más amenaza según se ofrece como remedio. ¿Cuál es el mal? Impreciso a la historia que se develará, en el tiempo claro está, pero pertinente ante tantos desaciertos naturales y los otros. Cada implicado histórico sabrá, mientras Venezuela es sujeta de esta narrativa viral contemporánea. "Trick or treat"? we'll see!

el rubor de Marilyn Monroe...

Mientras tanto, aquí se revela el mecanismo de la opacidad social: la saturación visual. Cuando un objeto serio, como la guerra, con costo humano seguro, el poder se cubre con una capa de espectáculo, lo que se ve es solo la capa. Los mechones rubios no nos dejan ver la cubierta, ni los aviones, ni a los marinos. La imagen es tan viral y fantástica que desvía la mirada de su propósito original y sombrío. El riesgo no está en la mentira, sino en la belleza de la mentira que hace que nos sintamos cómodos olvidando. La fuerza del portaaviones queda anestesiada por la fuerza de la imagen.


III. El Viaje Temporal y la Venta del Sentido

El salto al imaginario de tipo surrealista es crucial: la Senda Fragmentada, casi una expo venta al estilo siglo XXI, perdón siglo XX, ah, pero también el anterior (parece siempre lo mismo, cambian solo las líneas y los colores de las naves). El tiempo en caída libre y flujo permanente, pero a manera de secuencia momificada y magmática.

En el desierto, los portaaviones-escultura, inmóviles y bizarros, se convierten en reliquias de un tiempo roto. Ya no flotan en el mar, sino que están varados en la memoria, en una "expo venta". Esto sugiere que hasta las narrativas más profundas y los símbolos más potentes han sido mercantilizados y convertidos en piezas de un museo surrealista. La recursividad sobre lo que hay que pensar también se aquieta, pero se fortalece.

El tiempo se derrite en nuestra interpretación, la lógica se dobla, y la pregunta que surge es: ¿Qué estamos comprando? ¿Estamos comprando la historia del poder, o simplemente la puesta en escena de la distorsión? La senda no lleva a la verdad, sino al punto de venta de más ideas contenidas en el espejo roto de la historia que consumimos. El fragmento opaca la totalidad; el show opaca la reflexión.


IV. La Inocencia y el Espejo Roto

Somos un niño armando el rompecabezas, pero en nuestra conciencia. El rompecabezas nos representa, es el vacum ante el intento humano de dar sentido y orden a un mundo caótico. El niño histórico que somos, con la pureza de la infancia, intenta colocar los portaaviones irreales en un "lugar privilegiado". ¿Podremos hablar después de algo más ligero? Lo único bueno del desencuentro es que podemos eliminar el des, pero hay que saber que las astillas aun están en el piso que andamos. Podremos andar descalzos, ese es el reto humano que nos toca y está al alcance como siempre y todo tan cercano.


Pero la realidad del vacum ya está en la mesa: los conceptos de guerra y poder ya están disfrazados de comedia pop. El niño no está armando la realidad, sino un mundo que ya le ha sido entregado distorsionado. Hay algo mas sutil como fantasmagórico detrás. Siempre hay un personaje que también se vuelve portaaviones. Ni la ciencia puede con tanta metódica de emplazar quioscos de seudo verdades y monedas de ilusión que consumen voluntad propia y cualquier tarea edificante.


La llegada de cualquier Alicia a auparnos en completar el rompecabezas de piezas deformes y distintas a inocentes manos, es la confirmación. Alicia es la musa del absurdo, la que normaliza lo ilógico. Al aupar al niño, la fantasía no solo invade la sala, sino que aplaude el acto de construir la realidad desde el disparate. Hongos alucinógenos, azar y jerarquías decapitantes del cualquiera, llenan el ambiente y cargan lo respirable de ese algo peor que el opioide agonista de moda.


V. La Última Grieta

Finalmente, la imagen se quiebra. El espejo roto se superpone a la escena de Alicia y el niño que es abandonado al juego de imaginarios de portaaviones metáfora definitiva de la fractura perceptual.

Lo que nos tiene expuesto ya no es un simple filtro; es el reconocimiento de que la pantalla se ha roto, que también es parte del espejo roto de siempre. Lo que parecía entretenimiento (la boina, Marilyn) es, en realidad, una herramienta de opacidad. La fantasía no embellecía la realidad; la quebraba en nuestra mente. Los fragmentos del cristal roto multiplican la imagen hasta hacerla ininteligible, reflejando el ruido visual de la sociedad contemporánea.

La lección final de la senda fragmentada es esta: El verdadero peligro no es la mentira evidente, sino la fábula atractiva que nos distrae. El problema es que seguimos distraídos esperando que nos orienten la atención y la tarea. La saturación de imágenes (el ruido) no nos va a permitir ver lo esencial (que llena el barco gris y que se vuelve el costo del poder). Solo cuando el cristal se rompe, y la imagen se multiplica en caos, recordamos que la visión clara es lo primero que se pierde. También se pierde el dueño de la vista, el doliente de los errores ajenos que debemos pagar, quien sabe hasta cuando, porque el cuánto lo resuelve la capacidad de nación que tenemos, la cual se acoge a la suma de lo bueno que nunca para.

Este último si es un detallazo, más gigante que cualquier navío extraño o propio; o sea, me refiero al valor fornido y siempre positivo de la suma de lo bueno que nunca para y la identidad compartida que es la venezolanía. Habrá tiempo y espacio para golondrinas, seguro, la sílice ya está fundiendo y un espejo nuevo habrá. ---

Eudes Navas-Camacho

#Venezuela, #críticacultural, #WalterBenjamin, ensayo visual, surrealismo político, poder popular, metáfora del Estado, opacidad social, espejo roto, identidad nacional, fragmentación, Alicia en el País de las Maravillas, Marilyn Monroe, iconos pop, memoria histórica  

 

 

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